sábado, 18 de abril de 2009

Crisis mundial y definición de modelo de desarrollo: volvemos a bailar en cubierta?

Hace ya más de un año, cuando las expectativas indicaban que la soja podía llegar a mil dólares y que la Argentina podía volver a la dinámica de endeudamiento propia de un país emergente, se desató un conflicto entre el Gobierno y ciertos sectores económicos y políticos que alientan un modelo de base agro-exportadora. Hoy estamos ante una crisis estructural del capitalismo mundial y por lo tanto, de la forma de inserción que tuvo la Argentina y la región en el mundo. En medio de esta crisis, de impacto y desenlace aún incierto, la Argentina se debate todavía entre dos modelos antagónicos de desarrollo que quedaron explícitos a partir de la aparición del conflicto del gobierno con ‘’el campo’’.

1. El modelo neodesarrollista de base agroexportadora busca insertarse en un mundo que supuestamente demandará materias primas para alimentar animales de las potencias emergentes (Asia) y para generar combustibles alternativos. Los límites y riesgos de este modelo son variados.

Aún en el caso remoto de que sea posible salir rápido de la crisis estructural, la demanda de estos países emergentes crecerá a un ritmo importante por un lapso acotado de años, mientras se complete el período de industrialización rápida de China, para luego converger a tasas de crecimiento vegetativas.

En el caso, de los usos alimentarios, aún en un escenario de aumento de los precios de las materias primas agrícolas, la rentabilidad de los sectores exportadores – dominado por grandes trasnacionales de granos, aceites, agroquímicos y multimedios vinculados - es altamente inviable socialmente. Por su parte, la demanda de materias primas para bio-combustibles, está perdiendo dinamismo frente a la caída del precio del petróleo.

La rebaja de retenciones a las exportaciones requerida para la consolidación de este modelo deberá ser compensada con impuestos mayores a las clases medias y sectores populares, recorte de gasto en educación, salud e infraestructura. También cabe señalar que esto resultará en un aumento del precio de los alimentos, por el desplazamiento de cultivos de nuestra dieta alimentaria (trigo, carnes y leche) frente al avance de la soja. Esta situación debería derivar, por razones fiscales y de precios de los alimentos, en un aumento sensible de las necesidades básicas insatisfechas.

2. El modelo aún incipiente neodesarrollista de base industrial con inclusión social, que combina la exportación de manufacturas industriales y tecnología en un esquema sur-sur y la expansión del mercado interno (y regional). Aunque las oportunidades que ofrece este modelo no están de ninguna manera aseguradas en el actual contexto, algunas de sus ventajas ya han sido palpables en los últimos cinco años.

Este esquema rompe la antinomia exportación-mercado interno del modelo agroexportador puesto que los complejos agroindustriales exportan materias primas pero esta inserción es limitada por las necesidades de abastecimiento del mercado interno y los requerimientos asociados a la reproducción de la mano de obra.

La puesta en marcha efectiva de transferencia de tecnología agropecuaria y reactores nucleares a diversos países en un esquema de comercio administrado son un claro ejemplo del tipo de inserción internacional sur-sur que podría profundizarse.

Debido a la matriz tecnológica y distributiva que implica, este modelo garantiza mayor diversificación de las exportaciones y de los destinos de comercialización y mayor especialización industrial, lo que reduce su fragilidad externa y aumenta su viabilidad interna.

Como adelantáramos en la editorial de Entrelineas de diciembre de 2007, la gran debilidad política del actual gobierno fue su imposibilidad de generar un esquema de alianzas identificada con el modelo de desarrollo basado en la reindustrialización del país. No era tarea fácil. El gobierno de Alfonsin, hoy reivindicado como ejemplo por los mismos factores de poder que lo hicieron claudicar, se enfrentó al mismo dilema, y cedió por sus limitantes ideológicos. Ante la debilidad de su esquema de alianzas, debió aliarse con el poder económico, y entregar antes de tiempo el gobierno. Las consecuencias sobre la población fueron evidentes: hiperinflación y pobreza de ingresos. Esto sentó las bases para continuar en los ’90 el ajuste estructural más regresivo de la Argentina, que completó la tarea inconclusa de la dictadura.

Pareciera que el bloque de poder sustentador del modelo de base agroexportadora está ganando apoyo en la dirigencia política frente al modelo industrialista.

Sin embargo, la diferencia entre el derrocamiento a Alfonsín y la avanzada actual, es que ahora no está demasiado claro para dónde va el mundo, ni en qué momento se sale de la crisis. Esto requiere una estrategia de “desensillar hasta que aclare”. La Argentina ha logrado una posición macroeconómica para abordar una estrategia de este tipo. Profundizar la diversificación productiva y la expansión del mercado interno nos colocaría en una situación aún menos frágil en los próximos 10 años.

La situación era diferente a fines de los años 80. En aquella oportunidad, a partir del Plan Baker, era evidente que a los países periféricos les tocaría el nuevo rol de emergentes. Los más lucidos podían anticipar que el mundo se movía por los tormentosos mares en un Titanic, pero que aún había tiempo para que unos pocos pudieran disfrutar de viajar en cubierta. Se necesitaba una figura diferente a Alfonsín para encarar las reformas liberales que luego vinieron. Estaba claro para qué, cuando y se buscó con quién. Domingo Cavallo fue el interlocutor del sector dominante para articular las alianzas y el desenlace del gobierno alfonsinista.

Posiblemente, las continuas peripecias de la oposición al actual gobierno y su incapacidad por organizar una alternativa válida de poder sean un reflejo de la falta de preeminencia de un sector dominante. La incertidumbre global nos lleva a una situación en la cual no esté claro el para qué. Hoy el Titanic está hundiéndose y la oposición, que no sabe qué salvavidas proponer a la sociedad, pretende pinchar el único salvavidas disponible en el medio de la tormenta.

En este sentido, si el gobierno lee bien lo que está sucediendo (y no tanto las encuestas) quizá tenga margen para refundarse. Es necesario generar las condiciones materiales e ideológicas para avanzar en la profundización de un modelo de base industrial. Los mecanismos de distribución del ingreso por vía salarial pierden dinamismo frente a un escenario de amenaza de despidos y no alcanzan para frenar la recesión. Planes sociales masivos o asignaciones generalizadas por hijo son medidas contundentes imprescindibles. Las obras públicas tardan en llegar. Es necesario avanzar en una de las principales preocupaciones de los trabajadores sin acceso a la vivienda: créditos hipotecarios a tasas bajas y plazos largos. Todo esto acompañado con una política de restricción de las importaciones, mediante medidas arancelarias y barreras no arancelarias. A su vez, la implementación de una eficaz política de administración de precios, es condición indispensable para que estas medidas no afecten el balance comercial ni se trasladen a mayores precios de los alimentos y de los materiales de construcción.

En suma, avanzar en la consolidación de un modelo industrial sobre la base de realimentar la demanda interna controlando a los formadores de precios. Este modelo permite maniobrar en aguas borrascosas, esa es su principal fortaleza como salvavidas frente a la tormenta.

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