viernes, 24 de abril de 2009

A LEO PERICHINSKY

Amigo: Opte por escribirte porque te fuiste sin pedir permiso: sabías que no te íbamos a dejar, claro… Tan de prisa fue tu partida que aun siento el humo de tu cigarrillo danzando en la oficina. También repican en mis oídos tus reclamos por la falta de tiempo en el programa de radio del martes, si de este martes 21, ¿te acordas?, para desarrollar “la crisis financiera de los Estados Unidos: el lado los flujos financieros”. Qué tema complicado, complejo y de difícil abordaje, pero vos como siempre te esforzaste por explicar, a pesar claro de los irrisorios 7 minutos que restaban para cerrar Espacio Económico, en la AM 1390 de Universidad. La verdad que creo que no me quedó claro, pero daría lo que no tengo por volverte a escuchar y esta vez sí, juro no interrumpirte.
Pero además, tu rápida partida no nos dio tiempo siquiera para analizar el rebote de Entrelíneas. ¡Si te habras embroncado en cada cierre de revista!. Siempre buscando más precisión y rigurosidad.
Leo: Todo se detuvo. En horas, la realidad, la vida, la muerte, nos pego un cachetazo y aun no podemos ni queremos, digo los cumpas del CIEPYC, despertar.
Solo me resta decirte que en poco tiempo conocí un ser integro, noble, laburador, comprometido con la realidad social, política y económica, pero por sobre todo un ser humano, padre y amigo, difícil de olvidar.

Pedro Corroppoli
Compañero del CIEPYC - UNLP

sábado, 18 de abril de 2009

Crisis mundial y definición de modelo de desarrollo: volvemos a bailar en cubierta?

Hace ya más de un año, cuando las expectativas indicaban que la soja podía llegar a mil dólares y que la Argentina podía volver a la dinámica de endeudamiento propia de un país emergente, se desató un conflicto entre el Gobierno y ciertos sectores económicos y políticos que alientan un modelo de base agro-exportadora. Hoy estamos ante una crisis estructural del capitalismo mundial y por lo tanto, de la forma de inserción que tuvo la Argentina y la región en el mundo. En medio de esta crisis, de impacto y desenlace aún incierto, la Argentina se debate todavía entre dos modelos antagónicos de desarrollo que quedaron explícitos a partir de la aparición del conflicto del gobierno con ‘’el campo’’.

1. El modelo neodesarrollista de base agroexportadora busca insertarse en un mundo que supuestamente demandará materias primas para alimentar animales de las potencias emergentes (Asia) y para generar combustibles alternativos. Los límites y riesgos de este modelo son variados.

Aún en el caso remoto de que sea posible salir rápido de la crisis estructural, la demanda de estos países emergentes crecerá a un ritmo importante por un lapso acotado de años, mientras se complete el período de industrialización rápida de China, para luego converger a tasas de crecimiento vegetativas.

En el caso, de los usos alimentarios, aún en un escenario de aumento de los precios de las materias primas agrícolas, la rentabilidad de los sectores exportadores – dominado por grandes trasnacionales de granos, aceites, agroquímicos y multimedios vinculados - es altamente inviable socialmente. Por su parte, la demanda de materias primas para bio-combustibles, está perdiendo dinamismo frente a la caída del precio del petróleo.

La rebaja de retenciones a las exportaciones requerida para la consolidación de este modelo deberá ser compensada con impuestos mayores a las clases medias y sectores populares, recorte de gasto en educación, salud e infraestructura. También cabe señalar que esto resultará en un aumento del precio de los alimentos, por el desplazamiento de cultivos de nuestra dieta alimentaria (trigo, carnes y leche) frente al avance de la soja. Esta situación debería derivar, por razones fiscales y de precios de los alimentos, en un aumento sensible de las necesidades básicas insatisfechas.

2. El modelo aún incipiente neodesarrollista de base industrial con inclusión social, que combina la exportación de manufacturas industriales y tecnología en un esquema sur-sur y la expansión del mercado interno (y regional). Aunque las oportunidades que ofrece este modelo no están de ninguna manera aseguradas en el actual contexto, algunas de sus ventajas ya han sido palpables en los últimos cinco años.

Este esquema rompe la antinomia exportación-mercado interno del modelo agroexportador puesto que los complejos agroindustriales exportan materias primas pero esta inserción es limitada por las necesidades de abastecimiento del mercado interno y los requerimientos asociados a la reproducción de la mano de obra.

La puesta en marcha efectiva de transferencia de tecnología agropecuaria y reactores nucleares a diversos países en un esquema de comercio administrado son un claro ejemplo del tipo de inserción internacional sur-sur que podría profundizarse.

Debido a la matriz tecnológica y distributiva que implica, este modelo garantiza mayor diversificación de las exportaciones y de los destinos de comercialización y mayor especialización industrial, lo que reduce su fragilidad externa y aumenta su viabilidad interna.

Como adelantáramos en la editorial de Entrelineas de diciembre de 2007, la gran debilidad política del actual gobierno fue su imposibilidad de generar un esquema de alianzas identificada con el modelo de desarrollo basado en la reindustrialización del país. No era tarea fácil. El gobierno de Alfonsin, hoy reivindicado como ejemplo por los mismos factores de poder que lo hicieron claudicar, se enfrentó al mismo dilema, y cedió por sus limitantes ideológicos. Ante la debilidad de su esquema de alianzas, debió aliarse con el poder económico, y entregar antes de tiempo el gobierno. Las consecuencias sobre la población fueron evidentes: hiperinflación y pobreza de ingresos. Esto sentó las bases para continuar en los ’90 el ajuste estructural más regresivo de la Argentina, que completó la tarea inconclusa de la dictadura.

Pareciera que el bloque de poder sustentador del modelo de base agroexportadora está ganando apoyo en la dirigencia política frente al modelo industrialista.

Sin embargo, la diferencia entre el derrocamiento a Alfonsín y la avanzada actual, es que ahora no está demasiado claro para dónde va el mundo, ni en qué momento se sale de la crisis. Esto requiere una estrategia de “desensillar hasta que aclare”. La Argentina ha logrado una posición macroeconómica para abordar una estrategia de este tipo. Profundizar la diversificación productiva y la expansión del mercado interno nos colocaría en una situación aún menos frágil en los próximos 10 años.

La situación era diferente a fines de los años 80. En aquella oportunidad, a partir del Plan Baker, era evidente que a los países periféricos les tocaría el nuevo rol de emergentes. Los más lucidos podían anticipar que el mundo se movía por los tormentosos mares en un Titanic, pero que aún había tiempo para que unos pocos pudieran disfrutar de viajar en cubierta. Se necesitaba una figura diferente a Alfonsín para encarar las reformas liberales que luego vinieron. Estaba claro para qué, cuando y se buscó con quién. Domingo Cavallo fue el interlocutor del sector dominante para articular las alianzas y el desenlace del gobierno alfonsinista.

Posiblemente, las continuas peripecias de la oposición al actual gobierno y su incapacidad por organizar una alternativa válida de poder sean un reflejo de la falta de preeminencia de un sector dominante. La incertidumbre global nos lleva a una situación en la cual no esté claro el para qué. Hoy el Titanic está hundiéndose y la oposición, que no sabe qué salvavidas proponer a la sociedad, pretende pinchar el único salvavidas disponible en el medio de la tormenta.

En este sentido, si el gobierno lee bien lo que está sucediendo (y no tanto las encuestas) quizá tenga margen para refundarse. Es necesario generar las condiciones materiales e ideológicas para avanzar en la profundización de un modelo de base industrial. Los mecanismos de distribución del ingreso por vía salarial pierden dinamismo frente a un escenario de amenaza de despidos y no alcanzan para frenar la recesión. Planes sociales masivos o asignaciones generalizadas por hijo son medidas contundentes imprescindibles. Las obras públicas tardan en llegar. Es necesario avanzar en una de las principales preocupaciones de los trabajadores sin acceso a la vivienda: créditos hipotecarios a tasas bajas y plazos largos. Todo esto acompañado con una política de restricción de las importaciones, mediante medidas arancelarias y barreras no arancelarias. A su vez, la implementación de una eficaz política de administración de precios, es condición indispensable para que estas medidas no afecten el balance comercial ni se trasladen a mayores precios de los alimentos y de los materiales de construcción.

En suma, avanzar en la consolidación de un modelo industrial sobre la base de realimentar la demanda interna controlando a los formadores de precios. Este modelo permite maniobrar en aguas borrascosas, esa es su principal fortaleza como salvavidas frente a la tormenta.

martes, 24 de marzo de 2009

Para volver a crecer

Estados Unidos, aunque podríamos agregar a varios países centrales, se encuentra con la cadena de pagos del sistema financiero cortada, la actividad económica con niveles de caída de entre el 6% (Estados Unidos) y el 12% (Japón) en el cuarto trimestre de 2008, niveles crecientes de desempleo, déficit externo crónico, etc. lo cual vuelve dificultoso el accionar de los gobiernos ante tantas urgencias diferentes, y fundamentalmente porque sus economías están presas de la configuración institucional del circuito “virtuoso” de acumulación previo; básicamente, plagadas de dilemas de política económica.
La magnitud de la recesión está en relación directa con el tamaño de la burbuja financiera que se pinchó en 2008. Por este motivo resulta central entender si lo que acaba de colapsar es un ciclo corto de crecimiento, iniciado luego de la crisis del Nasdaq, con la exacerbación del endeudamiento externo norteamericano, o el ciclo largo de expansión iniciado en la postguerra.
En una nota de la última edición de la revista referida a la crisis financiera en Estados Unidos se planteó como hipótesis que estamos en presencia del final de un ciclo largo de expansión que se iniciara con la ruptura de Bretton Woods y que fuera impulsado desde los años 80 por la liberación comercial y la desregulación financiera.
La liberalización comercial jugó un fuerte impulso a la entrada en competencia de los asalariados de distintos países, asumiendo su pico más alto con la incorporación de China a la OMC, lo cual generó fundamentalmente un proceso de deflación salarial. Proceso que se manifiesta en el centro con el traslado de gran parte de los gastos sociales a los trabajadores (servicios de salud, educación, etc.). Paralelamente, la desregulación financiera posibilitó a la masa de capital acumulada, encontrar nuevas vías de valorización fuera del circuito productivo, generando un proceso de inflación de papeles y acciones. Ante las sucesivas crisis de los mercados de capitales, este proceso se auto-organizó generando nuevas innovaciones financieras, que terminaron confluyendo en un proceso de apalancamiento donde los asalariados enfrentan por un lado, una caída de sus remuneraciones resultante de la competencia capitalista a escala global, por el otro, un aumento del endeudamiento sin precedentes.
La duración de la crisis está asociada también a la incapacidad de los gobiernos por resolver esta dinámica perversa de deflación salarial y sobreendeudamiento, porque su accionar está centrado en el fondeo de bancos y en la transferencia de los costos a los asalariados.
En este contexto, recomponer el mercado de promesas (el sistema financiero), que fue financiado con ingreso de capitales del exterior, que dejó a Estados Unidos en una posición neta deudora sin precedentes, recuperar los niveles de consumo de los asalariados (y de la población en general), y de inversión de las empresas, con el crecimiento del desempleo y las expectativas pesimistas sobre lo que va a suceder con la economía en el futuro, parece más contradictorio que posible resolverlo.
Buena parte de las medidas que vienen tomando los gobiernos en los países centrales apuntan a resguardar dos instituciones básicas de una economía monetaria: la moneda y el derecho de propiedad. En este sentido, los dos principales instrumentos por excelencia son: el rescate a los bancos y los créditos para consumo y refinanciación vivienda. Dicho de otra manera, en los países centrales están preocupados porque la exigencia actual de los pasivos a los bancos no derive en una exigencia de los pasivos del Estado (que se pase de la venta de acciones a la venta de bonos del tesoro, y de estos a un repudio generalizado a la moneda), y por cómo se distribuyen (o socializan) las pérdidas producto de la ruptura de contratos en el sistema financiero.
Esta atención focalizada en el salvataje de bancos y la distribución de los costos de la crisis entre los asalariados probablemente genere mayor contracción de la actividad económica, porque actúan como mecanismos de retroalimentación de la recesión vía la caída de la demanda efectiva.
A diferencia de lo que pasa en los países centrales, la argentina recibe la crisis en buenas condiciones. Posee superávit externo y fiscal, un elevado nivel de reservas, y un “fondo anticíclico” constituido a partir de la estatización de las AFJP. En buena medida, las herramientas de política económica que permite desplegar el actual esquema macroeconómico son esencialmente contra cíclicas.
La economía argentina enfrenta algunos problemas asociados a su demanda efectiva doméstica, (que ya se habían manifestado con anterioridad a la crisis internacional, aunque se profundizaron a partir de ésta), y una importante caída en las exportaciones durante el último trimestre de 2008, esto sí producto de la crisis externa, porque el colapso financiero se traslada del centro a la periferia, generando una crisis de sobreproducción.
La economía argentina tiene una demanda efectiva estancada levemente por debajo de los máximos niveles históricos. La inversión se frenó a partir del conflicto con el campo, y empezó a caer a partir de la crisis internacional; el consumo privado está estancado, pero en los niveles más altos de la década, y las exportaciones han caído de manera considerable.
Los datos oficiales del cuarto trimestre de 2008 muestran, por primera vez en seis años, un cambio de signo en la evolución de la actividad económica en la Argentina. El PBI se contrajo un 0,3% durante el cuarto trimestre de 2008, lo cual implica un freno a una expansión ininterrumpida e inédita que llevaba ya 24 trimestres consecutivos de crecimiento, y que acumulaba entre el segundo trimestre de 2002 y el tercer trimestre de 2008 una expansión del pbi del 66,4%. Los datos del cuarto trimestre de 2008 revelan que ese acumulado se contrajo a 65,9% desde 2002.
Como era de suponer, por el lado de la demanda, la impresionante caída de las exportaciones explica en parte la desaceleración de la economía. En el cuarto trimestre de 2008 sufrieron una contracción del 16,5%, lo que implica desandar el 40% del recorrido desde 2002. Durante este último trimestre de 2008 las exportaciones retrocedieron a los niveles de 2006.
Sin embargo, lo más sintomático es el comportamiento de la inversión privada, el componente más dinámico de la demanda durante este proceso de crecimiento. Si bien en el cuarto trimestre de 2008 cayó por primera vez en 24 trimestres (se contrajo un 7,9%), su estancamiento viene de dos trimestres atrás, cuando todavía no se hablaba demasiado (sentía) de la crisis internacional. Su parate inicial, hacia el segundo trimestre del año pasado (en plena rebelión fiscal del campo), al menos, parece obedecer a cuestiones domésticas.
En términos de política económica es necesario considerar que el consumo privado mantiene actualmente la misma participación en el PBI que en 2002, mientras que la inversión lo duplicó. En el cuarto trimestre de 2008, la IBIF perdió dos puntos de participación en el producto, mientras que el consumo permaneció con el mismo nivel de participación.
El motor del crecimiento, por el lado interno, había sido la inversión; y, por el lado externo, las exportaciones. Estos son los dos componentes de la demanda más difíciles de recuperar. La demanda externa porque no depende básicamente de lo que pueda hacer la política económica, se encuentra más bien librada a los vaivenes de la crisis internacional. Y en relación con la inversión es difícil pensar en una dinámica expansiva en un contexto de sobreproducción global. A su vez, la inversión depende en buena medida de las expectativas, que son absolutamente pesimistas, tanto por el frente externo, como por la fuerte instalación de la crisis política, primero, y la internacional, después. En este aspecto, los medios y la oposición han jugado un rol central. Por su parte, los Estados, en sus distintos niveles de gobierno, tienen serias dificultades de gestión como para que la obra pública compense la caída de la inversión privada.
Por otra parte, el Gobierno, ha colaborado activamente (y erróneamente) en instalar que los efectos de la crisis internacional serán severos para la economía argentina, como mecanismo para desenvolverse del conflicto político en que está inmerso.

En este contexto, parece razonable intentar el crecimiento de la demanda a través del consumo.

Si bien el Gobierno ha desplegado una batería de medidas y un uso inédito de la política económica en todos sus planos (monetario, cambiario, comercial, y en menor medida política fiscal y de precios e ingresos), el propio error de diagnóstico sobre los efectos de la crisis en la argentina, lo llevaron a imitar recetas que no se condicen con los problemas que enfrenta hoy la economía argentina.
El más grosero es pensar el crédito como variable explicativa del consumo. Ya que Keynes está tan de moda, sería bueno que los asesores económicos de allá y acá se detengan a leerlo e interpretarlo. El consumo depende fundamentalmente del nivel de ingreso y de la propensión a consumir (el porcentaje de consumo sobre cada peso de ingreso). Para aumentar el consumo hay que aumentar el ingreso y la propensión media a consumir. La propensión a consumir cae a medida que aumenta el nivel de ingreso. Entonces, la forma más efectiva de aumentar el consumo es transfiriendo ingresos a los sectores de menores recursos, que tienen la propensión a consumir más alta (que gastan todo su ingreso).
Los efectos de una rebaja en la tasa de interés para bienes de consumo durable, más allá de los problemas de implementación, tiene un impacto incierto en un contexto de caída de ingresos e incertidumbre laboral. Seguramente beneficiará a los bancos, que hasta ahora vienen recibiendo fondos del Estado a tasas pasivas (11% anual) que son entre la tercera y cuarta parte de las tasas que ellos cobran por los préstamos; y ayudará a aquellos que de todas maneras pensaban cambiar el auto, el calefón o la bicicleta.
Pero volviendo al tema de los efectos de una rebaja en la tasa de interés sobre el consumo, mejor dejemos a Keynes que nos diga algo más:
“ Para la teoría clásica de la tasa de interés, que se basó en la idea de que la tasa de interés era el factor que ponía en equilibrio la oferta y la demanda de ahorros, era conveniente suponer que el gasto en consumo es, ceteris paribus, negativamente sensible a los cambios en la tasa de interés de manera que cualquier alza en la misma disminuiría perceptiblemente el consumo. Se ha reconocido desde hace mucho que el efecto total de los cambios en la tasa de interés sobre la inclinación a gastar en consumo presente es compleja e incierta. (…) Sin embargo, no hay mucha gente que altere su modo de vivir porque la tasa de interés baje, si su ingreso global es el mismo de antes”
Y culmina:
“ la conclusión más importante es, según creo, que la influencia a corto plazo de la tasa de interés sobre los gastos individuales hechos con un determinado nivel de ingreso es secundaria y carece relativamente de importancia…”

J.M.Keynes (Teoría General, capítulo 8, la propensión a consumir: los factores objetivos,pag.92, edición de FCE)

Si bien el gobierno ha avanzado en la dirección correcta, en el sentido de aumentar los ingresos de la población de bajos recursos (y alta propensión a consumir), lo ha hecho de manera muy tibia. El aumento de la jubilación mínima y el incremento de los planes sociales alcanza sólo el 0,3% del producto (chequear). En el contexto actual de caída de la demanda efectiva doméstica y con el creciente saldo exportable, la política de ingresos debería incrementarse en 2 puntos del pbi para comenzar a tener efecto sobre la actividad económica.
El segundo error importante del gobierno tiene relación con el punto anterior. La política de superávit fiscal, y compra de dólares por parte del Tesoro para repago de deuda externa, en un contexto recesivo, sólo promueve la contracción de la demanda efectiva y el nivel de actividad. Para decirlo en términos de Keynes, esos 3 puntos de superávit (chequear) tienen propensión a consumir igual a cero, contra la propensión igual a 1 de los jubilados que cobran la mínima o los desempleados.
Pero Keynes obviamente lo dice mucho mejor:
“ debemos también tener en cuenta el efecto sobre la propensión global a consumir, cuando el gobierno reserva fondos de los impuestos ordinarios para el pago de deudas; porque esto representa una especie de ahorro social, de manera que una política que tiende a crear grandes fondos de reservas debe considerarse como reductora de la propensión a consumir. Esta es la razón por la cual un cambio de frente en la política gubernamental, pasando de la aceptación de deuda a la creación de fondos de reserva (o viceversa), puede ocasionar una severa contracción (o notable ampliación) de la demanda efectiva.” JM Keynes (op.cit. pag.93)
De todos modos, no hay dudas de que el Gobierno ha desplegado, a su modo, todas las herramientas de política económica disponibles; incluso avanzó en una mayor presencia del Estado en la economía: la estatización de las jubilaciones, y su participación en la intermediación entre el ahorro y la inversión, a través del anses, es un ejemplo insoslayable de un cambio estructural en la relación del Estado con la actividad económica. Su presencia en el comercio exterior avanzó hasta el punto de promover la creación de una empresa estatal de comercialización de granos. Ninguno de estos dos casos es posible de explicar a partir de una necesidad de caja. El freno a las exportaciones de alimentos (trigo, específicamente) que atentan contra la seguridad alimentaria local es un ejemplo flagrante en este sentido, porque incluso va en contra de la captación de recursos del Estado. A su vez, se ha embarrado la cancha (con medidas extra arancelarias) para frenar el ingreso de importaciones que pudieran afectar el nivel de empleo.
También se instalaron rumores a propósito de la administración pública del Banco Hipotecario, herramienta clave en este contexto para que vuelva a manos públicas. El rubro créditos hipotecarios es quizá el único caso donde se justifica una fuerte dotación de recursos por parte del estado para promover la construcción de viviendas. Una línea crediticia para construcción o refacción de viviendas para aquellos que aún no accedieron a la vivienda propia (sectores de bajos recursos, recién casados, etc.) a tasa cero de interés puede convertirse en una medida que compense en parte la contracción del sector privado a partir de la crisis.
En suma, el esquema macroeconómico actual genera la posibilidad de afinar, y profundizar, ciertos instrumentos, para reiniciar una fase expansiva apoyada aún más en la demanda interna. El empresariado deberá saber ya, a esta altura, que su negocio debe reorientarse casi exclusivamente al mercado doméstico, dadas las condiciones internacionales actuales. La forma de motorizar esta nueva dinámica virtuosa requiere del entendimiento por parte de los empresarios de que el salario es el factor clave. Resignar renta para conseguir mayor actividad económica. La pérdida de participación de los trabajadores en el ingreso sólo incorporará una dinámica viciosa recesiva, al estilo de la que señalábamos como causa de la actual crisis en los países centrales. Por su parte, el Gobierno debería entender que su mejor política social de los últimos seis años (promover el empleo) ya no funciona en contextos recesivos, y debe ser fuertemente complementada con una verdadera política de ingresos. Porque la pobreza es urgente, o por eso de las propensiones a consumir.